Autor: Luis J. Gutiérrez Montes de Oca | Fuente:
Catholic.net
Miércoles de Ceniza
Ver el Miércoles de ceniza como un signo positivo, un renovar y recorrer junto a Jesús el camino, hasta llegar a la Pascua de Resurrección
Iniciamos la Cuaresma, la cual termina el jueves santo, y
después continúa con la celebración del Triduo Pascual formado por el viernes
santo, el sábado santo y el Domingo de Resurrección. Son cuarenta días en que
acompañamos a Jesús en el recorrido hacia su Pasión, Muerte y Resurrección.
Cuarenta es un número simbólico que nos recuerda los
cuarenta días y cuarenta noches que pasó Jesús en el desierto antes de iniciar
su vida pública. Así como los cuarenta días que pasó Moisés en el Sinaí, los
cuarenta años del pueblo judío en busca de la tierra prometida. Y podríamos
añadir las cuarenta horas desde la muerte de Jesús en la cruz hasta el amanecer
del Domingo de Resurrección.
Las cenizas que se utilizan el día de hoy, se obtienen
quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior, lo cual nos
recuerda que lo que fue signo de triunfo pronto se reduce a nada.
Anteriormente al imponer la ceniza se decía:
“RECUERDA QUE POLVO ERES Y EN POLVO TE CONVERTIRÁS”,
palabras tomadas del Génesis (Gen 3;19), recordándonos como dice el mismo
Génesis, que Dios formó al hombre del polvo de la Tierra.
Era un mensaje que nos hacía ver lo transitorio de la vida y
nos obligaba a pensar lo frágiles que somos y en que no debemos dar tanta
importancia a las cosas materiales de esta vida, sino reflexionar en lo
fundamental, que es la preparación para la vida eterna..
Aunque desde luego, todo esto es muy importante, es
necesario que dejemos de ver el Miércoles de ceniza y en general, la Cuaresma
como algo negativo: arrepentimiento, muerte, regreso al pasado y verlo como un
signo positivo, un renovar y recorrer junto a Jesús el camino, hasta llegar a
la Pascua de Resurrección, que es el triunfo sobre la muerte, la alegría de la
vida eterna.
El Concilio Vaticano II propuso cambiar el texto y la idea
anterior y substituirlo por el primer mensaje de Jesús:
«CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO (Mc 1;1,15)»
Pero ¿qué significa convertirse?, ¿qué es creer?, ¿qué
quiere decir Evangelio?.
CONVERTIRSE: En el Antiguo testamento significaba regresar,
era un arrepentirse de la vida actual y dar marcha atrás. Un volver al
cumplimiento de la ley.
En el Nuevo Testamento con Jesús cambia totalmente el
significado, es seguirlo a Él, incluye desde luego el arrepentimiento de las
faltas y la penitencia, pero no debe quedar ahí, es ver y caminar hacia
delante, es aceptar el don gratuito de la salvación que nos ofrece directamente
Dios.
El cristianismo no empieza por la ley, a la que respeta,
pero a la que supera y trasciende a través del Amor y por la Gracia, la que se
nos da y nos llega por la iniciativa de Dios y después el hombre acepta la
gracia y da su amor al convertirse, volviendo así al amor un flujo continuo
entre Dios y el hombre.
CREER: La Fe es la entrada al nuevo camino; es iniciarlo,
permanecer y confiarse; es responder Sí a la propuesta de Dios; es entregarse a
la Palabra creadora del mundo y a la Verdad; es creer en un solo Dios en Tres
Personas, descubriéndolo en Cristo Jesús.
EVANGELIO: Evangelio es una palabra de origen griego que
significa “Buena Noticia” ó “Buena Nueva”. Es la Palabra de Dios, del
Dios-Hombre, de Jesús, inspirada por el Espíritu Santo a los cuatro
evangelistas, que narran la vida, los milagros y el mensaje de Jesucristo.
¿Y cual es la Buena Nueva? Es la nueva y definitiva alianza
de Dios con el hombre, enviando a su propio hijo, para nuestra salvación; Es
aceptar la invitación a la Felicidad Eterna, es seguir a Jesús, tal como Él
mismo nos dijo: «Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre sin
mí»
(Jn 14; 6)
Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita
nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. La
ceniza es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de
conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús
desde su desierto hasta el día de su triunfo sobre la muerte que es el Domingo
de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender
a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y
en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos
convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su
mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la
Reconciliación (que antes llamábamos confesión), que como su nombre mismo nos
dice, representa reconciliarnos con nosotros mismos, con nuestros semejantes y
finalmente con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente,
no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el
Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente
la Conversión.
El arrepentimiento debe ser sincero; reconocer tanto las
faltas que hemos cometido así como las acciones y obligaciones que debimos
haber hecho y tener el firme propósito de corregirnos, (como decimos en el “Yo
Pecador”: en pensamiento, palabra, obra y omisión),
La confesión de nuestros pecados.- el arrepentimiento de
nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la
gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados
expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia que debemos cumplir empieza desde luego por la
que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero
debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con
el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la
renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a
Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia
delante, es el seguimiento a Jesús.
Es un tiempo como decíamos de pedir perdón a Dios y a
nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de
alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar
a todos antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como
decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su
significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que
haber perdonado sinceramente a los demás.
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial,
diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y
con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y
evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje primeramente con nuestras
acciones y también con nuestras palabras.